De la consideración de las culturas , así como los estados, en totalidades cerrades y estáticas se derivan una serie de problemas para la práctica y teoría democrática.
Las culturas se crean a partir de diálogos complejos con otras culturas, y deberíamos considerar las culturas humanas como constantes creacions, recreaciones y negociaciones de fronteras imaginarias entre nosotros y el / los otro(s). Por lo tanto, deberíamos crear, recrear y negociar constantemente éste concepto de democria, dónde las reivindicaciones individuales de auto expresión no tienen por qué ir de la mano de las apiraciones colectivas al reconicimiento cultural, ya que entre ellas pueden surgir constantes contradicciones en ambos niveles.
Por eso, autoras como Seyla Benhabiti, nos propone una política multicultural democrática deliberativa. Una democrácia deliberativa que destaca por ser una propouesta a doble vía, remarcando la importancia tanto de las instituciones legislativas, políticas y judiciales como de las asociaciones de ciudadanos, los grupos de interés y los movimientos sociales en la esfera pública. De ésta forma, dándo más importancia a la sociedad civil, resulta más adecuado resolver las cuestiones y los conflictos multiculturales, puesto que abre un espacio de diálogo para comprender los procesos de resignificación de las prácticas culturales.
De esta forma, mediante una ciudadania flexible y una soberanía dispersa, lo que debería determinar la pertenencia es lo que las personas hacen y no lo que son, primando su participación en los distintos ámbitos de la sociedad civil
La toma de decisiones por consenso es característica de sociedades en las que sería muy difícil obligar a una minoría a aceptar la decisión mayoritaria, ya sea por que no hay un estado con el monopolio efectivo de la fuerza, o bien porque el Estado no se entromete en las decisiones que se toman en un ámbito local. La democracia de la mayoría solo puede ser el resultado de la convergencia de dos factores; la opinión de que todo el mundo tiene el mismo derecho a hablar en la toma de decisiones colectivas y, un aparato coercitivo capaz de hacer cumplir esas decisiones.
Los que desean establecer un aparato coercitivo para imponer las desiciones tienen que desarrollar necesariamente un aparato que les permita crear y mantener consenso social. La democracia directa mayoritariamente simpre amenaza con hacer explícitas estas líneas de fuerza. Por esa razón, tiende a ser inestable o, más precisamente, si se perpetúa en el tiempo, es porque sus formas institucionales siempre se protegen dentro de una estructura de gobierno mayor en que las élites dirigentes utilizan esa misma inestabilidad para justificar su monopolio de los medios de violencia. Por último, la amenaza de esta inestabilidad se convierte en una excusa para una forma de democracia tan minimalista que se reduce a poco más que a la insistencia de que las élites dirigentes deben consultar de vez en cuando al público.
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